Hace alrededor de 10 años que Ricardo Fatalini no exponía. El último (?) minimalista, fue y es un personaje extraño con una obra igualmente extraña en la escena local. Todo un outsider.

Pero cuando se ingresa a la Casa Museo de la Ciudad, puede observarse mucho color, mucha imagen, nada que ver con las líneas de aquel artista. Este Fatalini es otro, sin dudas: “Sí, estoy menos purista y menos pretencioso que antes; no aspiro ya a eso que buscaba el minimalista, a realizar la última pintura posible”, cuenta el artista.

De todos modos, dice, “hay algo de eso, de un borde máximo, esta exposición se llama ‘Los bordes del silencio’ y tiene que ver con algo del anterior, porque creo que el cambio es exterior, pero el fondo se mantiene, con cierta filosofía”. La palabra outsider vuelve a repetirse en la entrevista: “Tal vez sea así, aunque involuntariamente, esa es la forma en que uno hace las cosas, en un mercado de ideas donde no se trabaja con las tuyas”.

“SIN TÍTULO”. Una tela blanca colgada parece indicar una vuelta atrás.

Esta noche a las 20.30, se inaugurará la exposición en Salta 532, Casa Museo de la Ciudad de la Municipalidad capitalina.

Con algunas de sus pinturas detrás y corriéndose de una sala a otra, Fatalini precisa aquella filosofía: taoísmo, budismo zen. “No es que ésta o aquella obra sea zen, pero respiro esa filosofía”, añade.

En una exposición de 2006, que se realizó en el desaparecido espacio La Baulera, el artista escribió “El arte es vacío”. Un año antes en el Museo Timoteo Navarro ubicó en un amplio espacio una tela cruda de grandes dimensiones con tres círculos rojos, donde parecía enseñar que lo pictórico es la cualidad de la pintura.

- Recuerdo lo que escribiste en otra muestra.

- La realización del vacío me preocupa en cierto punto, pienso que el sentido de lo que hago es indefinido, estoy bordeando algo que ni yo sé qué es. Poéticas de la incertidumbre, el sentido indefinido de la cosas. Pienso y sí, hay otro estilo, es un cambio radical, pero también está fuera de lo común de lo que se hace.

- Flores, peces…

- Y una alusión a la figura humana, una mano. Pero no es que estoy buscando el símbolo de algo. Juego con la búsqueda de sentido, como si fuera una trampa, y la trampa es la pintura, no exactamente el significado.

- Hay mucho color…

- Con chorreaduras, hay gestos, pero también figuras muy definidas, veo desgarros continuos. En aquella obra (señala en otra sala) hay otra cosa, las figuras son el fondo hecho sobre cartulina blanca, es lo que pinto y dejo como en el negativo, se encuentra entre lo que existe o lo que no, también hay vacío: luego una sábana blanca sin pintar.

- Distintas.

- Es que hay como dos líneas de trabajo. Esta última es austera, despojada, parecida a lo anterior que hacía y paradójicamente es la última. Porque resulta como que todo fuera algo cíclico.

- Viajaste a Europa, vi tus fotos en museos, espacios culturales.

- Sí, fue el año pasado y sorprendentemente me voló la cabeza una obra de Picasso, un trabajo del que no puedo despegarme. Es “Mujer con paloma”, que está en el Museo Ludwig (Colonia, Alemania). Es un híbrido entre dibujo y pintura. Una obra que se abre a algo que está mucho más allá de lo que se ve, mucho más allá de lo que percibimos, de lo que podamos nombrar.

- ¿Cómo trabajabas antes?

- Sobre un tablón de madera, bastidores en blanco y negro, acrílico sobre lonetas, todo era extremadamente simple y reducido a la mínima expresión.